¿Quien dijo que hay que ver la tele? ahí nos quedamos pasmados, inmóviles, con la baba cayendo un día, otro día, más días...todos los días. Pero resulta que nos entretiene, nuestras vidas son tan aburridas que necesitamos reunirnos en torno a ese aparato a pasar largas horas. De lo contrario corremos el peligro de no saber qué está pasando en el mundo ¿qué habrá pasado con el resto del mundo mientras no teníamos el mando en la mano?
Buena parte de ese mundo empieza a reaccionar, no quiere el mando porque el mando está en sus cabezas, son ell@s mism@s quienes deciden qué quieren hacer con el mundo, por supuesto nada de ser espectadores. Ya no ven la tele sino que salen en la tele, aunque esto importe bien poco.
Buena parte de ese mundo empieza a reaccionar, no quiere el mando porque el mando está en sus cabezas, son ell@s mism@s quienes deciden qué quieren hacer con el mundo, por supuesto nada de ser espectadores. Ya no ven la tele sino que salen en la tele, aunque esto importe bien poco.
Al mismo tiempo seguimos pasmados, inmóviles y con la baba cayendo pero con el poder y la satisfacción de tener el mando/mundo en nuestra mano, rodeados de historias de color de rosa o desdichas que son lejanas, ajenas o que simplemente terminan cuando le damos al botón de off...
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